Existen múltiples patologías que pueden cursar con fatiga y/o dolor crónico, como la fibromialgia o el síndrome de fatiga crónica.
Se ha observado que las personas con fibromialgia o fatiga crónica presentan mayor probabilidad de sufrir sintomatología ansiosa, depresiva, alteraciones del sueño y/o de la memoria.
El origen exacto de estas patologías es todavía desconocido, pero existen múltiples factores biopsicosociales implicados. Este aspecto hace que requiera un abordaje multidisciplinar.
La estigmatización social todavía presente de estas enfermedades puede comportar en las personas que las padecen sentimientos de soledad, incomprensión y frustración que favorecen el malestar emocional. Al mismo tiempo, el malestar emocional altera la intensidad del dolor, creando una relación en bucle entre el malestar emocional y el dolor en la que debe intervenirse.
En el abordaje del dolor crónico es esencial fomentar el conocimiento de la persona en neurociencia del dolor. Es importante tomar conciencia de que el dolor no es originado únicamente por daño físico, sino que también intervienen factores psicológicos y sociales que alteran su intensidad.
Los aspectos psicológicos son cruciales para entender la experiencia del dolor, así como para explicar su cronificación y su impacto a nivel funcional de la persona y de su entorno.
El conocimiento del dolor propio, así como la identificación de los factores modificables que pueden aumentar o disminuir su intensidad permiten a la persona convertirse en una parte activa en su regulación.
La terapia cognitivoconductual (TCC) y la terapia multicomponente han demostrado eficacia en la reducción de la sintomatología y en el aumento de la calidad de vida de las personas con dolor crónico. Recientemente, la terapia de aceptación y compromiso (ACT) también está demostrando eficacia en la reducción del dolor.
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