La dieta vegetariana excluye, en mayor o menor grado, los alimentos de origen animal, y se basa en los de origen vegetal: cereales, verduras y hortalizas, frutas frescas y secas, legumbres, tubérculos, semillas y aceites y grasas vegetales.
La opción vegana o vegetariana estricta prescinde de la carne, el pescado, el marisco, los huevos y los lácteos (incluso la leche) mientras que la opción ovolactovegetariana incluye los huevos, la leche y los derivados lácteos.
Las razones principales por las que se opta por una dieta vegetariana son el respeto por el bienestar y la vida de los animales, la preocupación por el medio ambiente (por el impacto ambiental que supone la producción de carne), las cuestiones éticas, las prescripciones religiosas o las consideraciones sobre la salud.
Una alimentación vegetariana planificada de forma adecuada es saludable, nutricionalmente correcta y proporciona beneficios para la salud en la prevención y tratamiento de determinadas enfermedades. Es apropiada a todas las etapas del ciclo vital, incluido el embarazo, la lactancia y los primeros años de vida, siempre que se aporten todos los nutrientes que el cuerpo necesita. En este sentido, las dietas vegetarianas estrictas requieren un consejo y un seguimiento cuidadoso y personalizado.
Sin embargo, dada la variabilidad de prácticas dietéticas en el vegetarianismo (por ejemplo, dietas extremadamente restrictivas como la frugívora o la crudívora, se han asociado a un deterioro en el crecimiento y, por tanto, no se pueden recomendar a niños), es recomendable el consejo de profesionales cualificados, que asesoren sobre las fuentes alimentarias de ciertos nutrientes, la compra y preparación de alimentos y cualquier modificación dietética que pueda ser necesaria para cubrir las necesidades individuales, como por ejemplo la suplementación de la vitamina B12.